jueves, 19 de julio de 2012

Vida y mártirio de una EdS…


Siguiendo un poco con lo que expuse en mi primera colaboración, y tras leer un post de los compis de Educablog, creo que viene al pelo resaltar algo que durante estos años (y actualmente) no ha dejado de tocarme las narices: el poco reconocimiento o valor que tiene nuestra profesión para la sociedad.
¿Por qué suena mejor decir que eres ingeniera que educadora social? ¿Qué han hecho los ingenieros para conseguir ese respeto y ese status social? Esa es otra de mis (nuestras) mini-luchas diarias con la gente, tanto en mi vida laboral como personal. Seamos sinceros, a todas/os nos molesta que a estas alturas todavía nos confundan con l@s trabajador@s sociales (grandes compis) o sitúen nuestra labor por debajo de la suya. Si luchamos por dignificar esta profesión empecemos porque no se nos minusvalore e incluso desprecie frente a otras ramas profesionales. De poco nos sirven reconocimientos y medallitas cuando en la calle te sigues encontrando esta situación.
Otro momento incómodo con el que suelo toparme, es que se confunda ser educadora social con ser una especie de María Teresa de Calcuta reencarnada. La dificultad aquí reside en que la gente supere de una vez ese concepto de caridad cristiana que rodea todavía al mundo de lo social, y aboguemos y llevemos por bandera la profesionalización del sector. Señores, yo no me metí a esto para ser una especie de mártir o por que las personas en una determinada situación social me den pena; estoy aquí por vocación, porque creo en la justicia social y en la importancia de dar una atención especializada y de calidad que otras personas o sectores, por mucha buena voluntad que le pongan, no son ni serán nunca capaces de ofrecer. Tampoco busco que me cuelguen el cartel de santa, dios me libre :P.

Tercer momento incómodo en nuestras vidas como Educadoras y Educadores Sociales (aplicable este a toda profesión relacionada con lo social): todo el mundo se cree con derecho a opinar de tu ámbito y labor. Da igual los años de carrera, los cursos, libros y materiales consultados, la asistencia a jornadas, congresos, tu experiencia laboral,… En lo social todo el mundo se piensa válido para opinar. Ojo, que no digo que no admitamos críticas a nuestro trabajo, pero tampoco que desde el desconocimiento se puedan hacer determinadas afirmaciones sobre como tenemos que hacer las cosas. Y también está claro que nuestra profesión abarca muchos ámbitos y realidades, de todo es imposible estar informada/o y formada/o. Pero de ahí a que seamos ninguneados… Me parece que hay mucho Maestro Liendre suelto por ahí…

Y el último momento incómodo es más una pequeña autocrítica: los lamentos y quejas de los que nosotr@s mism@s hacemos gala, a veces de forma excesiva, sobre nuestra situación. Entono el mea culpa ya que este aporte trata un poco de eso, pero la crítica va más bien encaminada a no dejarnos vencer por todo lo expuesto, que suficiente jodida está la cosa como para quedarnos en una esquinita llorando nuestras penas o dejando que nos flagelen publicamente.
No esperemos el futuro, sigamos buscándolo y luchando por él…